Cansada

Pese al enfermizo y dramático montaje dispuesto por el vampiro para su puesta en escena nadie pareció darle importancia a aquello. Todos en cambio estaban atentos a Yuki, quién parecía haber sido la única en no advertir la presencia siniestra, seguramente por ser la única humana entre ellos.
Por más que fuese molesto, resultaba innegable lo interesante de aquél cuadro: tres demonios testarudos empecinados en proteger a su dueña quien ni cuenta se daba de las malas caras que los unos a los otros se repartían, ah! y aquél otro semi-demonio también, casi y se había olvidado del pequeño a causa de lo insignificante que era.

Y pese a que no le dio mucha tanta importancia al vampiro – puesto que hace un par de días atrás ya había tenido un encuentro con él y sabía de antemano que era parte del grupo – era incuestionable que su comparecencia en sí era de tener cuidado, aunque de momento se alzaba más estático que gato de escayola, con la fachosa sonrisa pintada al rostro de forma tal que ni el regaño de la chica ni la poca atención a su teatro pudo borrar.
Se limitó a ver los lentes resplandecientes del engendro sin atender a la palabrería, pero el foco de su vigilancia cambió al distinguir la mano ajena del blanquito proyectándose hacia su cuerpo en busca de Yuki quién se escondía a sus espaldas, y, aún cuando a ésta el paliducho fuese un camarada, él no le consideraba como tal, a ninguno realmente. Una vez que el extraño había terminado su frase la mano de Luka le afirmó por el antebrazo y se lo presionó con fuerza, sin dejarle tocar a su protegida. Aquello no lo podría tolerar, y aunque la joven solo podía verle sujetándole, no podría percatarse de los ojos llenos de odio con que Luka observaba al adversario disimulándolos con su mirada altanera.
Sobra decir que los ánimos en aquél circulo estaban, por mucho, más que caldeados.

Cuando por fin la cosa se había salido de proporciones y tornado divertida las órdenes de la mayor en rango se hicieron escuchar para todos y cada uno.
El Conde mantuvo esa risa solemne en todo momento, inquebrantable siquiera ante las ordenanzas de la chica, de hecho ésta se prolongó de oreja a oreja al ver a través de los lentes oscuros como todos los lacayos disimulaban hipócritamente sus verdaderas intenciones para con el resto luego del llamado a la paz. Una pelea hubiese sido lo más idóneo, pensó, después de todo el amor y la codicia del mismo es parte de la naturaleza humana y aquellos sentimientos que enriquecían la humanidad inherente y palpitante de las personas era lo que les daba algo de valor.
Frente al espectáculo que ahora la previa audiencia había ofrecido a él intentó deducir quién era el que codiciaba a la líder del Dernier Espoir.
La orbita de sus ojos siguió primero al demonio zorro por haber sido el primero en actuar, ciertamente pese a no tener un aura tan maligna estaba dispuesto a traspasar la barrera como un perro fiel en busca de su amo. Sería él acaso? A quién las tiernas palabras de la joven llegarían?
El siguiente por el cual sus ojos rodaron fue por quién expresaba la sonrisa más amplia y embustera del grupo, el niño aquel que desconocía el significado de la palabra “espacio personal”. Sería él acaso? A quién los expresivos ojos de la joven atenderían?
Entonces, al final de su recorrido, observó al demonio que menos gracia tenía, cuya altura al menos lograba hacerle frente. Sí, su adversario era aquél que en realidad se adjudicaba su corazón, podría hablarle con gentileza e incluso llegar a prestarle atención a cualquiera, pero no entregar el alma en devoción a alguien como aquél pálido hombre con cabello azabache, les había conocido a ambos hace décadas pese a que ahora solo uno le recordaba, el resto no eran más que buitres angurrientos sobrevolando una presa herida.
Aquello era lo que le atraía constantemente a esa pareja, su cooperación en el clan no era algo fortuito. Por más que reconociese el romance entre ambos le era difícil, más bien imposible admitir que aquél demonio le pudiese amar, en sus casi 600 años de Vampiro se sintió condenado a no poder experimentar nada de aquello.
Por eso y más gustaba de los humanos, por eso gustaba de su Líder. No obstante, nunca de la misma forma que sus pseudo-compañeros, él, incluso siendo un subordinado, no sentía los limites del clan sobre sí, mucho menos las ataduras por involucrar sentimientos con su dueña puesto que no sentía ningún lazo con ella. Pero, por más que pudiese desenfundar un arma, jalar la corredera, apretar el gatillo y desparramar los sesos de alguno de los tres individuos en el acto, se quedó parado sonriendo como un adorno de casi dos metros, tal como venía haciendo hasta el momento.

Acorde a los preceptos estipulados por su líder no osó detener al niño que se aventuraba a ella con la familiaridad más impertinente de todas. Intentó controlarse pues realmente la actitud del pitufo le sacaba de sus casillas, más todavía sus chillidos altaneros. De no ser por las órdenes recién advertidas le habría cercado el camino desde el primer paso, no le importaba realmente tener que enfrentarse a dos.
Miró de reojo al zorro que antes le había enseñado los dientes, pues se había volteado al otro que se acercaba a su amada haciéndole olvidar su presencia.
¿Meterse donde no le llamaban dijo?... Aquél vago se había entrometido entre ellos en primer lugar como para ahora estarle acusando tan descaradamente, más no se inmutó siquiera por su amenaza; podía distinguir que la pareja de bocas flojas más que intimidar no tenían las suficientes agallas para atacarle, no eran más que un par de lenguas largas.
En fin, sin pizca de interés por el peliblanco – y por ninguno ahora que cualquiera podría pasar por encima para dirigirse a Yuki – se volteó hacia su amada, lamentando el no poder compartir mas tiempo con ella a solas, con el viento soplando contra su rostro y agitando su gabardina hacia el noreste.